Me encantaría poder compartir con vosotros este texto que ha escrito Javier Akerman, en su blog Budismo Tibetano. Muchas gracias, Javier.
Ha fallecido una amiga, Ana Kiro, hace pocos días. Ha muerto también mi cuñado José Manuel, hace escasos dos meses y mi madre Carmen en las pasadas navidades. Es la muerte que está ahí, una presencia inevitable y sorpresiva, compañera implacable de la vida. ¿Debemos odiarla? ¿Maldecirla? No, pues vivimos para morir y de ella deberíamos aprender el verdadero sentido trascendente de la vida.
He “vivido la muerte” en los ojos de muchos pacientes, familiares y amigos. Pude comprobar como al mismo tiempo que se apagaba su destello me hacían más humano, a pesar del dolor y el sufrimiento. Sí, cada muerte me hace comprender la grandeza de la Vida y la sagrada misión que subyace en ella. ¿Odiar? ¿Criticar? ¿Fama? ¿Dinero? ¡Que pérdida de tiempo! La muerte y el dolor son los grandes problemas que quiere resolver el budismo. Y en ambos casos, la solución que aporta es la supresión del deseo. Pero no del deseo normal que inevitablemente sentimos en nuestra existencia diaria, sino del deseo “aferrado”, el que nos hace sufrir y provoca dolor, el que cierra al Ser en lugar de abrirlo. Ese deseo es la cripta oscura donde reina la verdadera muerte. Renunciar al apego es liberación y sosiego. Ora, medita, entrega tu vida a un fin que te haga pasar de “ti a los demás”. Sí, disfruta, trabaja y vive, pero que tu ombligo no sea el centro del mundo. ¡Tenemos tanto que dar y tanto que renunciar!
Javier Akerman
Texto publicado el día 26 de septiembre de 2010
Blog Budismo Tibetano
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