sábado, 11 de agosto de 2012


                 

LA VIDA NOS QUIERE FELICES




                 Queridos amigos:

            Hace mucho  tiempo que no escribo en este blog. Pese a mis constante             promesa “serle fiel a las pequeñas grandes cosas de la Vida”,  es cierto que, las circunstancias personales del día a día, me han conducido a vivir, durante los últimos meses, de un modo vertiginoso: esa insaciable contrarreloj inhumana, habitual en personas que no degustan el sabor de un buen café y/o se detienen a contemplar las mil y una caricias que nos regala constantemente los pequeños grandes momentos que no valoramos, y que contienen Vida.
            Hay quienes opinan que la Felicidad se basa en determinados momentos, en momentos puntuales –exclusivos de acontecimientos grandiosos (nuestro primer beso, nuestra primera relación sexual, el día de nuestra boda, el nacimiento de nuestros hijos, etcétera)-, sin tener en cuenta aquellos otros que, por erróneamente considerarlos eternos, perecen en la guillotina de la rutina; cuando no somos capaces de regalarnos a nosotros mismos, y como mínimo, tres momentos al día de pleno disfrute personal: aparcando nuestra mente de las preocupaciones, conflictos, expectativas, intereses que, por sí misma, ésta genera; tomando consciencia de que un segundo de vida que creemos rutinario es un único e irrepetible, pues este segundo desechado jamás regresará a nuestras vidas.
           La Vida, con todo lo que implica vivirla, es una constante senda repleta de momentos únicos e irrepetibles; es una oportunidad constante de Amor colmada de insaciables gestos, caricias, palabras y silencios perecederos para la rutina e inmortales para el Alma. Siempre y cuando en el deseo de experimentarla seamos capaces de abrir nuestro corazón a ella, comprobaremos que lo único que nos pide la Vida es que seamos felices. Por lo tanto, ser felices o no va a depender únicamente de nuestra actitud frente Ella.
            Por el intrépido afán de recuperarme de años y años de enfermedad -temiendo a la muerte física y a no disfrutar de los abrazos de las personas que más amo- cerré los ojos a mis propios deseos personales, a mi propia Vida, para concedérselos a todos aquellos mortales que, consideraba, no sabían vivir y que, a diferencia de mí, sí poseían salud para hacer de sus sueños una realidad inmortal. Abrirles los ojos a esa vida plena y hermosa, que había advertido durante mis años postrada en una cama, se convirtió en una necesidad primordial para mí, quizás en mi única necesidad. Me equivoqué en el planteamiento, ahora lo sé. He aprendido a vivir a través de las experiencias de innumerables personas que han compartido uno o varios tramos de su vida conmigo. He aprendido a vivir la Vida a través de la gratitud que posee el valor de la escucha, de la entrega incondicional. No obstante –y a pesar de que soy capaz de adivinar el Amor que yace oculto en cualquier Alma, aun cuando este parece ser  fruto de una experiencia carente de Amor-, me olvidé de realizar el mismo ejercicio conmigo misma. Para vivir plenamente, solo es necesario que una persona sea capaz de ser y de mostrar la persona que cultiva ser, a diario. Una cosecha plena, en la medida que apostamos por vivir no solo como si hoy fuera el último día de nuestras vidas, sino por la grandeza que supone ser coherentes con los propios dictados del corazón. Y para ello, no basta con vislumbrar el amor en todos los rincones, parcelas, situaciones, personas que contienen Vida... también es necesario que seamos capaces de sentir que nosotros, por el simple hecho de vivir, somos una pequeña gran hazaña de ese Amor por el que se rige toda nuestra existencia, y que puede vislumbrarse por doquier.
            Cuando el camino que transitamos se tuerce, cuando nos alejamos del propósito de vivir -y que sólo se ciñe a vivir con Amor la propia vida- la Vida, infinitamente más sabia que nosotros, pone a nuestra disposición una serie de regalos para que volvamos a reencontrarnos con nosotros mismos. Y el regalo más hermoso de las últimas semanas, ha sido cruzarme en el camino de una persona que ha sido capaz de desvelarme de qué manera vivir sin verme en la necesidad de excluirme a mí misma de la Vida: ¿Acaso vivir no implica que yo también tenga el derecho de concederme, como mínimo, tres momentos al día para amarme a mí misma...?
            No importa cuántas veces caigamos, solo cuántas veces seamos capaces de levantarnos. No importa cuántas veces nos distraigamos, porque hasta las distracciones forman parte del camino hacia la plenitud. No importa vivir cumpliendo deseos ajenos, aunque ahora sepa que incluirse en ellos, indistintamente de cuáles sean las propias circunstancias personales, signifique multiplicar y disfrutar del Amor recibido, del Amor entregado.
            Pensar en Amor, nos aportará pensamientos hermosos. Ser la acción de los propios pensamientos amorosos, quizás… el principio de una relación personal coherente con aquello que somos: Amor. Compartir esa acción: una suma de Amor constante. 
            Podemos vivir una vida plena, aun viviendo en las peores circunstancias. Podemos vivir como prisioneros inamovibles de un colchón y sentirnos las personas más libres que existan sobre la faz de la Tierra, si comprendemos que aun en las peores circunstancias  hay Vida en nosotros. Podemos vivir el poco tiempo de Vida que tenemos apostando por ser los hacedores de esos sueños ajenos si en el sueño que vivimos nos comportamos, para con nosotros mismos, en los protagonistas principales de nuestra propia vida. No sé mucho de grandezas, pero si hay una aserción que he constatado a raíz de las últimas semanas es que: la Vida nos quiere felices.
            Con Amor, a un gato gris.
           
Vanessa Aguilar


            

1 comentario:

  1. Me alegro poder leerte otra vez. En estos tiempo oscuros y ante el panorama descorazonador que se nos viene encima, este blog es una luz. Gracias por compartir tus sentimientos. La gente de corazón del final de los tiempos serán los mejores seres humanos desde Adán, pues para ellos, por su actitud de desprendimiento en medio del mar de la deshumanización, las puertas de acceso al Amor estarán por todas partes y estarán todas abiertas. Cada instante es una oportunidad para conectar con su esencia.

    Un abrazo.

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