La madre Tierra ha repartido las tierras del planeta. Sus hijos, los hombres y mujeres que la habitan, recogen la herencia y se instauran en ellas.
Tras un corto período de tiempo, cada tierra fructifica de forma distinta. Así es como algunos seres obtienen petróleo mientras sus hermanos vecinos encuentran especias, trabajan el bronce o sustraen hortalizas.
Para esas manos, la Tierra es la ofrenda de toda materia.
Pasan los años y la visión del mundo se distorsiona. Ahora, para algunos hombres y mujeres, el petróleo supera al algodón y la especia al hallazgo de cítricos. Para otros, la tierra heredada se queda pequeña. De esta inequidad material surgen envidia y puñal. Como consecuencia, las tierras vecinas prometen más metros y el hermano mata al hermano.
Para esas manos, la Tierra es la morada del miedo.
Un día cualquiera, nuestras manos se encogen y la infancia retorna. Justo delante de ellas, un enorme globo terráqueo decora un pupitre. Como niños, nos sentamos a estudiarlo. Asombrados, contemplamos, por primera vez, relieves y mares, países y ríos. El mundo le pertenece ahora a nuestra imaginación, a nuestra creatividad, a nuestros sueños.
Para esas manos, nuestras manos, nuestra hermosa casa es tan sólo una colorida pelota.
"...Cuando la madre Tierra decidió cobijarnos en su seno,
bien sabía ella que existían los recursos suficientes para cada uno de nosotros...".
Vanessa Aguilar
Que bonito puffff y que verdad mas grande muakkk precioso la verdad como siempre me dejas sin palabras muakkk tq
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, por compartirlo conmigo.
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