Paséate. Paseate por la calle de la respuesta y, allá donde se cobija el preciado bienestar, siéntate a meditar sobre las obras que has realizado a lo largo del día. Desmenuza a la hipocresía que procura atropellarte y al claxon de la vanidad, remete bufidos contra la desazón o déjate llevar por el vals del saludo. No importa.
Paséate. Paséate por la calle de la respuesta y encuentra infinidad de deficiniciones afines y no afines a ti. Déjate embaucar por el encanto de otras opiniones y muestra tu ingenio. Incluso no temas si se deposita en las débiles ramas tu firme entereza. Permítete caer: resurgirás, crecerás.
Posiblemente, paseen junto a ti presuntuosos, transeúntes libres de todo ayer, guerreros embaucados en la búsqueda de sí mismos y peonzas mareadas por el simple hecho de imitar otras danzas.
Aún así, paséate. Paséate por la calle de la respuesta y escucha el trote del poderoso que todo pisa y que no te deshace. Sujétate de aquél que siendo pequeño quiso hacer grandes cosas y que, aún siendo interiormente grande, no ha compartido mesa junto a la pedantería.
Paséate. Paséate por esta calle y siente cómo la Vida ha trazado tu camino: sin límites, sin fronteras que te impiden cruzar a otras calles, a otros pueblos.
Posiblemente, paseen observándote remeros con el lomo deshecho en embargos, celosos cautivos en su propio ombligo, obras maestras limpiando cristales y ancianos repletos de dicha. Dísfruta de su compañía. Aprende de todos ellos.
Paséate. Paséate por la calle de la respuesta y viaja a tu interior. No temas perder todo aquello que efímeramente posees, todo aquello que te aburre, que no te beneficia. Transmútate en un ser que nada retiene pero que todo valora. Ríndete cuentas únicamente a tí mismo y acepta toda la ira que, en ocasiones,sientas: en la calle de tu interior, el amor siempre te proporcionará la respuesta.
Vanessa Aguilar
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